lunes, 27 de abril de 2009

Nuestra partidocracia crece… y se fortalece

José A. Crespo

Con la anulación del voto no se busca prescindir de los partidos para que la “sociedad civil” gobierne; se pretende transformar lo que tenemos.   

Según José Woldenberg, afirmar que los partidos no se diferencian en lo sustancial, equivale a que un botánico concluya que las plantas son iguales “porque todas tienen raíz, tallo, hojas, fruto y clorofila”, al ver sólo sus similitudes en lugar de sus diferencias (Reforma, 23/IV/09). Desde luego, los partidos se distinguen entre sí, pero quizá para ciertos fines específicos no muestren una diferenciación sustancial. Utilizando la misma metáfora de Woldenberg , el botánico podría concluir que un grupo de plantas tiene diferencias definitorias de tamaño, color, forma y propiedades, pero ninguna de ellas sirve para prevenir, por ejemplo, la influenza porcina. No hay contradicción en ello. Entre nuestros partidos podemos detectar muchas diferencias, tanto programáticas como organizativas: el PRI es partido de corporaciones y el PAN lo es (o era) de ciudadanos; el PANAL nació montado en el SNTE; el PSD está a favor de la despenalización del aborto y de la mariguana; el Verde impulsa la pena de muerte; el PRD está en contra de la “privatización” del petróleo; el PAN favorece el IVA a medicinas y alimentos… En una democracia genuinamente representativa, esos debieran ser los criterios para elegir. Pero si decido orientar mi voto por interrogantes como, ¿cuál partido es más confiable; cuál es menos corrupto; cuál está más comprometido con el país; cuál toma más en cuenta a los ciudadanos; cuál es más proclive a acotar los privilegios y presupuestos partidarios; cuál ha combatido la impunidad?, entonces, probablemente mi respuesta será ninguno.

Cita también Woldenberg cierta literatura de los movimientos antipolíticos y destaca sus eventuales contradicciones y falacias: se dice que es una impostura considerar a los políticos como una clase apartada de la sociedad civil, un gremio que antepone sus intereses particulares a los colectivos, que compite entre sí pero llega a acuerdos sobre sus intereses comunes e incluso llega a intercambiar impunidades por encima de la exigencia ciudadana de rendición de cuentas. ¿Y no se da eso en México? ¿De verdad? Los datos sobre la pérdida de confianza electoral y partidista de la más reciente encuesta de Gobernación no son casuales. A esa situación se le conoce como “partidocracia”, sobre lo cual también hay literatura especializada. El politólogo español Gonzalo Fernández de la Mora la define como “aquella forma de oligarquía arbitrada, en que los partidos políticos concentran la representación y la soberanía efectiva” (La partitocracia, 1977). En italiano, el término partidocrazia alude a un estado de “enfermedad del régimen democrático”, en el cual, según José Maranini: “El parlamento como órgano soberano y unitario para la articulación entre la mayoría y la oposición, no existe más. La partidocracia es la negación de la regla de la mayoría, pues un pequeño grupo de representantes concentra, sin rendir cuentas, la representación popular” (Mitos y realidad de la democracia, 1949).

Con la anulación del voto no se busca prescindir de los partidos para que la “sociedad civil” gobierne directamente ni se trata de esperar a que nazcan nuevos partidos con una forma distinta de hacer política (esa fue en 2006 mi expectativa —hoy defraudada— respecto de Alternativa Socialdemócrata). Se pretende transformar lo que tenemos. Considero que hay medidas con las que se podría incrementar nuestro control sobre los partidos (como la reelección inmediata), permitir una participación más directa en ciertas decisiones, reducir el financiamiento y los privilegios de los partidos o despartidizar las instituciones “autónomas”. Pero los partidos son reacios a tales reformas, precisamente porque afectan su poder y prebendas. Quienes sufraguen, buscarán el cambio bajo la premisa de que algún partido en efecto lo impulsará (lo pensé respecto del PAN en 2000, dada su larga historia democrática, pero muy pronto “mostró el cobre” del que está hecho). Quienes no compartimos esa premisa, buscaremos el cambio ejerciendo una presión sobre los partidos, para orillarlos —o al menos incentivarlos— a promover las reformas.

No me propongo disuadir, a quienes tengan un partido favorito, de no votar por él. Pero creo que es mejor anular el voto que simplemente abstenerse (pasiva o activamente). Lo primero es una posibilidad considerada como legítima en varias democracias, una forma no disruptiva de protesta (nuestra legislación permite votar por un candidato no registrado, para lo cual la boleta reserva un espacio, lo que jurídicamente equivale a anular el voto, según el TEPJF). Institucional y democráticamente, ¿no es menos riesgoso el “voto en blanco” que la abstención activa? Creo, contrariamente a lo que afirma el IFE en su publicidad pro voto, que un alto nivel de participación efectiva implica validar los abusos y las arbitrariedades de los partidos en conjunto y otorgarles el visto bueno para que sigan por la misma vía. Un “voto de castigo a todos” podría, quizá —sólo quizá—, moverlos a hacer reformas para compartir algo de poder con sus representados. Eso, si no quieren quedarse hablando solos o abrir la puerta a los “políticos antipolíticos” de los que habla Pepe.

Votar por el partido “menos malo” equivale —como dice un lector— a comprar la fruta menos podrida del mostrador, en vez de simplemente no llevar ninguna ese día (y, de paso, presionar así al vendedor a que, en adelante, ofrezca fruta fresca o, al menos, digerible). Es sintomático que, en conversaciones con amigos y colegas que me exhortan a votar, cuando los insto a decir cuál es, según ellos, el partido adecuado o el menos malo, y cuáles las razones para sufragar por él, recibo como respuesta un elocuente silencio. Quizá teman morderse la lengua. ¿Por qué opción —y a partir de cuáles de sus peculiaridades y virtudes— nos sugeriría Woldenberg sufragar? Igual nos convence.

Votar por el partido “menos malo” equivale a comprar la fruta menos podrida del mostrador.

domingo, 26 de abril de 2009

Discurso en el Zócalo

Andrés Manuel López Obrador


Por lo que a mí respecta, he decidido apoyar, a título personal, a los tres partidos, pero lo haré de manera diferenciada. Hasta el momento he definido, por ejemplo, ayudar en Chiapas, Oaxaca y Veracruz, a los candidatos de la Coalición Salvemos a México; y en Tabasco y en el Distrito Federal a los del PRD.

Mi respaldo al PT y a Convergencia se debe a que estos partidos no sólo formaron parte en el 2006 de la Coalición por el Bien de Todos, sino que después del fraude, han actuado de manera solidaria con nuestro movimiento…
Pero en ningún momento se ha llamado a la anulación del voto.


A partir de argumentos y diagnósticos ampliamente válidos, los promotores del voto inútil concluyen en una propuesta cómoda, con beneficios personales cortoplacistas, que a mediano y largo plazo producen resultados contrarios a los que se dicen buscar. La propuesta beneficia sólo a la derecha y a sus comparzas . Esta obviedad se explica por sí misma.

La argumentación indiscutible provoca confusión y adhesión de buena fé de unos, mientras que “troyanos” oportunamente aprovechan las cómodas condiciones que ofrece esta propuesta para atomizar la respuesta social.

El voto inútil es una propuesta cómoda en la medida de que expresa una satisfacción personal; “vengarse de un sistema perverso” en el anonimato de la casilla sin mayor compromiso. Propuesta tan cómoda y eficaz como la abstención que ganan más fácilmente consenso en la población contra toda otra oferta que implique pensar, y trabajar.

Después de la elección nadie dará la cara por los votos nulos, y como siempre sumados al abstencionismo perpetuarán el sistema.

En sí en el fondo el “voto inútil” es una solución suicida. Con la misma carga argumental en pro y contra del suicidio.

Tiempos de promesas

Parlamento de Colonias

Jaliscienses emiten su voto durante la 
elección de 2006

ARTURO CAMPOS CEDILLO
Tiempos de promesas

Ahora es cuando los políticos se nos acercan, nos adulan, nos chulean, nos ofrecen, nos prometen. Ahora es cuando nos nace la esperanza: “no es tan malo, parece buena gente, dice puras cosas buenas, se nota que sabe”, etcétera.
No caigamos en esa trampa trienal, no nos dejemos seducir de suaves palabras, de lindas caras, de invitaciones a reuniones “padres”; eso pasa cada tres años y luego... nada.
No queremos más promesas, no queremos hacernos más ilusiones, estamos hasta la madre de sus obras del tercer año, cuando nada hicieron durante los primeros dos años de cada trienio.
Es tiempo de fijar objetivos y parámetros medibles para cada uno de los inútiles que se postulan, esperando que ya se nos haya olvidado quién fue Gustavo González hace tres años, cuando autorizó mil 800 licencias irregulares como síndico de Guadalajara, ahora diputado estatal y próximamente diputado federal por la vía plurinominal (ni siquiera tendrá que prometernos nada, se cuela solito a San Lázaro (¡sin que nosotros podamos impedirlo!). O quién es Iván Argüelles, actualmente diputado local del Distrito X, quien nunca se molestó en defender a los vecinos de Jardines del Sol, su distrito; al contrario, desde el inicio, pese a su evidente ignorancia, de manera descarada buscó convencer a los habitantes de la total legalidad de las licencias de construcción para el proyecto de La Ciudadela, cuando la situación ilegal de las mismas era más que obvia.
O quién es Jorge Salinas, actualmente diputado local y coordinador de la bancada del PAN en el Congreso del Estado, quien a sus tiernos 37 años pretende la alcaldía de Guadalajara, siendo una extensión sin voluntad propia del hombre más poderoso de Jalisco.
Es hora de fijar objetivos y parámetros medibles; es decir, no dejemos que nos ofrezcan, no. Nosotros, los patrones, diremos y exigiremos. Somos modestos los ciudadanos, sólo queremos lo más básico para nuestra vida, que nos garanticen una calidad de vida digna. Una calidad de vida digna quiere decir una vida en una sociedad sana, segura, justa y equitativa.
Y ¿por qué estamos buscando eso? Simple: porque no lo tenemos. Nuestra población no se encuentra sana. Estamos enfermos. La población está enferma. Sólo nuestra autoridad estatal insiste en confirmar que estamos sanos, o sea, enfermos, pero dentro de la norma.
¡Oigan, Jalisco está enfermo, muy enfermo! Tenemos el primer lugar de cáncer de mama en la República. Tenemos la peor calidad del aire de todo México, la mayoría de nuestra población padece problemas de las vías respiratorias o gastrointestinales. ¿Una sociedad sana? No.
¿Segura? Ni vale la pena perder muchas palabras sobre la inseguridad en la que vivimos actualmente. Esta es una situación general en todo el país. ¿Una sociedad segura? No.
¿Qué pasa con eso de una sociedad justa? Desde hace más de un año, el Parlamento de Colonias ha estado reclamando la inexistencia de un estado de derecho en Jalisco. Nuestras autoridades judiciales se han convertido en cómplices de los depredadores inmobiliarios y de los inescrupulosos inversionistas. Cuántos casos hemos vivido durantes los últimos años, donde la ley estuvo del lado de los vecinos, pero la justicia se sirvió para los “influyentes”. La administración de justicia en Jalisco se ha reducido a un simple acto de compra-venta. ¿Sociedad justa? No.
La palabra equidad existe en nuestras leyes, no cabe duda. Equidad de género, equidad de condiciones, equidad de razas, etcétera. En realidad tenemos una población extremadamente inequitativa, que se desarrolla de manera paulatina hacia una sociedad polarizada. México es un país muy rico, pero la mayoría de la población está en condiciones de extrema pobreza. Los “de arriba” ni saben cómo viven los “de abajo”. Las riquezas de nuestro país están mal distribuidas, en manos de unos pocos. De la misma manera se dan las oportunidades; son para los “de arriba”. Una sociedad de clases, se habla de tres clases, la clase baja, media y alta; la “alta”, un clan de unas pocas familias; la “media”, una especie en extinción, ¿qué nos queda a todos? Un futuro en la “baja”. ¿Sociedad equitativa? Desde luego que no, no y otra vez no.
O sea, lo más básico, lo más elemental no lo tenemos. Estamos viviendo en una sociedad enferma, insegura, injusta e inequitativa, obra de nuestros representantes y gobernantes. Pero también obra de nosotros mismos, porque permitimos que cada tres años llegue la misma basura a reciclarse, regidores se van de diputados locales, diputados locales se postulan para diputados federales, diputados federales brincan al Senado. Los que se quedan sin hueso son acomodados como funcionarios en altos niveles en los gobiernos municipales, estatales y federal.
Pongámosles un alto. Exijámosles nuestros derechos más fundamentales, esa vida digna, en una sociedad sana, segura, justa y equitativa, y que nos digan cómo piensan lograrlo, y auditémoslos en cada paso para medir si van para adelante o para atrás, si trabajan para nosotros o para sus propios intereses. Pongámosles metas, y si no las alcanzan, no sirven, no los queremos. Y que de una vez nos digan si se comprometen a ser auditados por nosotros, porque si no, que ni vengan a adularnos, ofrecernos una cachucha, una camiseta, una despensa. Esta vez no los reciclaremos. Serán residuos no aprovechables.

Vayamos por partes

Eduardo Rosales Castellanos


Vayamos por partes. Un grupo de personajes ligados a ciertos movimientos sociales o espacios académicos cercanos a la izquierda ideológica, decide que no hay una opción electoral que les resulte atractiva. Después, esos mismos personajes deciden que su sentimiento es la encarnación misma de la voluntad popular; ellos son, después de todo, "la sociedad civil". Finalmente, deciden organizarse y desde diversos espacios periodísticos convocan a anular el voto en la próxima elección. Y aunque el asunto ha permeado poco socialmente, eso no hace menos irresponsable el llamado.

Es irresponsable llamar a no votar, primero, porque muchos de ellos saben, que el que no exista una izquierda moderna no implica que todas las opciones sean lo mismo. Siempre habrá entre partidos políticos o candidatos alguno que cubra algún porcentaje, mayor o menor, de las expectativas personales. Para decirlo en términos que se entiendan desde el pesimismo ilustrado: siempre hay alguien menos alejado del ideal del político a que se aspire. Por definición, no se puede decir que todos los miles de políticos profesionales o semiprofesionales de Jalisco sean iguales.

En segundo lugar, es irresponsable hacerlo, cuando nuestra democracia sufre embates desde el crimen organizado. El Gobierno federal y muchos estatales y municipales de todos los colores están librando batallas frente a grupos organizados que cuentan con más recursos que los del Estado. Nuestro régimen democrático no estará a salvo mientras no se gane esta batalla y un elemento indispensable es contar con la legitimidad y el apoyo social que permitan enfrentar estos tiempos difíciles. Un llamado al abstencionismo nada más porque mi amigo el académico no quedó en tal cargo o a nuestro aliado lo removieron de tal institución es una irresponsabilidad histórica imperdonable.

Es irresponsable insinuar siquiera que el voto no sirve de nada. Sin ir muy lejos, se sabe que la transición democrática que vivimos en 1995 es la etapa de mayor generación de infraestructura en muchos Municipios, en la historia del Estado. Pero a nuestros amigos de la corrección política eso les parece poco. Si en Los Altos o en la Costa hablan de carreteras, inmediatamente se acordarán que una (sí, una) de las decenas de carreteras hechas el sexenio pasado, sufre derrumbes. Si se cuentan los empleos recuperados este año ya, es que son medidas electoreras. Si se habla del primer esfuerzo integral de reordenamiento del transporte público como el que se está haciendo, lo importante son las expendedoras de boletos que no funcionan a la perfección. El asunto es demostrar que todo está mal.

Y es irresponsable además, porque el llamado ignora la urgencia de votar en lugares específicos, por ejemplo en Pihuamo o La Huerta, donde coaliciones sociales y políticas de facto luchan contra viejos y nuevos cacicazgos. En esos sitios, la batalla se dará en las urnas y a través de partidos, pero la elección decide mucho más que al siguiente Alcalde. Para muchos de los ciudadanos que ahí habitan implica el modelo social que habrá de regirlos en los próximos años, el peso del crimen organizado en las cuestiones públicas y lo que se venda o deje de vender afuera de sus primarias y secundarias.

Es cierto que muchas encuestas hablan de una mala imagen de los políticos y sus partidos. La democracia misma en México y en muchos países está desacreditada. Pero esos mismos ciudadanos que se quejan de la democracia la usan. Más de la mitad de los ciudadanos, por ejemplo, suele ir a votar. El ciudadano común muestra mayor sabiduría que nuestros abstencionistas confesos. Ellos saben que el voto cuenta y termina determinando un rumbo a seguir, aunque no sea el ideal desde su punto de vista personal. Igual nos quejamos de nuestro sistema educativo y la opción para mejorarlo no es educándonos en casa.

Lo peor del caso es que, sea cual fuere el porcentaje de participación electoral, dirán que su campaña fue exitosa. Al ser una elección intermedia, es de esperarse que la participación de los votantes sea menor que en la pasada elección. Y se adjudicarán el porcentaje y dirán que lo lograron en sus salones de clase y en sus columnas periodísticas. Eso reforzará su convicción de que representan al pueblo mismo.

Por eso es irresponsable llamar a la abstención. Y más aún cuando, sospecho, todo procede de no encontrar una opción política que les represente fielmente. Sería quizá más fácil no ir a votar y punto. Pero eso no sería chic. Una campaña por la abstención les limpia la conciencia.


Eduardo Rosales Castellanos es presidente del Comité Directivo Estatal del PAN Jalisco

Anular el poder de decidir

26 Abr. 09

Jorge Narro Monroy


¿Qué hacer frente a unas elecciones -las del domingo 5 de julio- en las que ninguno de los partidos políticos despierta simpatías y, peor aún, credibilidad?

Tenemos dos opciones: no acudir a la casilla o hacerlo y anular los votos.

Salvo por el hecho de que ninguna de las dos tiene consecuencias jurídicas (esto es: no provocan la declaración de invalidez de la elección) y de que ambas son conductas respecto de los comicios (una de acción y la otra de omisión), abstenerse y anular el voto son acciones radicalmente distintas.

Si uno elige la abstención, es porque privilegia el voto como derecho: "Es mío, lo tengo, pero no lo uso", "Puedo, pero no quiero". Desde la perspectiva de la libertad, quien obra así enfatiza lo que los teóricos llaman la libertad negativa; esto es, la libertad "de" o "respecto de". En este caso: la libertad frente a las elecciones. El acento, al final, está colocado en el individuo.

Si, en cambio, uno decide acudir a la casilla, recoger las boletas y anular los votos, es porque -me atrevo a decir que más consciente que inconscientemente- privilegia el voto como obligación: "Debo -y quiero, por supuesto- participar en las elecciones". (Uno podrá decir que en México votar no es una obligación, porque no hay sanción -como en otros países- para el que no lo hace. Pero con independencia del dato jurídico, uno lo percibe como "obligación ciudadana", como obligación "de un buen ciudadano".) Pues bien, desde la perspectiva de la libertad, quien vota, pero vota anulando, subraya la libertad positiva; esto es, la libertad "para". En este caso: la libertad para realizar una acción afirmativa. Y coloca el acento en la colectividad, en la comunidad política.

(Para complejizar un poco más las cosas, digamos que desde cierta perspectiva se puede decir que la abstención es participación pasiva, mientras que la anulación es participación activa.)

Yo -si me preguntan, y si no también lo digo- no soy liberal y no me sumaré a la abstención. Soy -si me preguntan- una versión de comunitarista, al que le pesan más el deber ciudadano, la libertad positiva, la participación activa y la comunidad política. Yo iré a la casilla, pero a anular mis votos (sobra decir que eso no me hace moralmente superior a los que se abstengan o a los que voten).

Ya he dicho que ni la abstención ni la anulación tienen consecuencias jurídicas. Pero no he dicho que sí las tienen de carácter político. Ambas tienen significado político. El de la abstención es absolutamente ambiguo: puede ofrecerse como interpretación que eran elecciones intermedias -en las que siempre se eleva la abstención-, que hacía calor, que estaba lloviendo, que la gente es poco responsable o no le interesa la política, etcétera, etc, etc.

El significado del voto nulo es mucho menos ambiguo. Pero con una condición: sí, y sólo sí, supera significativamente el porcentaje usual: alrededor de 2 por ciento de los sufragios emitidos.

Pregunto: un alza relevante, notable, del porcentaje "acostumbrado" de votos anulados (para llegar a ¿10 por ciento? ¿a 15? ¿más?), ¿no es suficientemente claro que no tiene como causa la iletralidad, el analfabetismo, la distracción -el error imputable al ciudadano- sino otra cosa? ¿Otra cosa, como el repudio a los partidos, al sistema político...? (A cuál de ellos no es claro, pero recordemos que el voto nulo "abundante", aunque sea menos ambiguo que la abstención, no deja de ser ambiguo).

Yo participaré en los comicios, pero para expresar mi repudio a todos y cada uno de los partidos, que son, para efectos prácticos, iguales entre sí. Y para expresar mi repudio al IFE y al Instituto Electoral local: (mal)hechuras de esos mismos partidos para defender sus intereses y los de sus burocracias y sus jefes, no para representar los nuestros.

Por supuesto todas estas reflexiones se refieren a la participación en la arena electoral, que no es la única ni la más importante forma de participación. El voto -anulado, ignorado o emitido por uno o varios partidos- no es la única manera de exigir derechos y cumplir responsabilidades. Es la manera "electoral" (elegir representantes) de hacerlo, es la manera "en la arena" o en "la querencia" de los partidos. Pero no es la única...


Jorge Narro es politólogo y profesor del ITESO. jorgen@iteso.mx

miércoles, 22 de abril de 2009

Urnas para la ciudadanía

Marco Rascón

No hay que abstenerse, no hay que confundirse: el problema está en la clase política y sus estructuras institucionales, no en la política. El problema son los políticos; la solución es la política.

Ciudadanizar los procesos electorales no es despojarse de ideología ni correrse “al centro”. Ciudadanizar los instrumentos del poder, en particular los procesos electorales, es una necesidad, un principio democrático y un proceso.

Se puede avanzar mediante rupturas y coyunturas concretas, pero también con reformas graduales. El objetivo es solucionar el secuestro de los procesos electorales que perpetraron los partidos, abriendo los accesos para ejercer el poder, legislar, comunicar, recaudar, distribuir, desde la perspectiva directa de la ciudadanía y no sólo desde el filtro de los partidos y sus profesionales.

Con las reformas electorales anteriores se creó el Instituto Federal Electoral (IFE) y sus estructuras estatales, bajo el principio de la autonomía, la presencia ciudadana y de los partidos políticos; hubo alternancia del poder entre partidos; cambios en la estructura de los órganos legislativos y la forma de designar consejeros y magistrados en el nuevo poder electoral y judicial. Hubo, con ello, nuevos órganos de fiscalización de la función pública para crear nuevos equilibrios y de esta manera se asignaron recursos, presupuestos y prerrogativas; sin embargo, pese a cientos de cambios, poco cambió. Nuevas formas de perversión del poder, nuevos atavismos y un nuevo conservadurismo nacieron al paralelo del México reformado. Todos los partidos políticos se cerraron y hoy se colapsan jurídicamente ante el cúmulo de violaciones sistemáticas, la disputa por el control de los órganos electorales y de vigilancia para informar y equilibrar. La lucha por las prerrogativas es la lucha por los porcentajes en las urnas, sin que importe la magnitud de la abstención ciudadana. La transfusión de recursos de los presupuestos electorales a los medios de comunicación para promocionar el voto partidario es inmensa y poco ayuda a politizar a la ciudadanía. La comunicación electoral se ha convertido en lugar común de frases y personajes que tratan de darse a conocer, sin tener obra social ninguna.

El IFE se ha transformado en los últimos tiempos por la presión de los partidos, no de la ciudadanía. Las formas de elección de sus consejeros se pervirtieron y los partidos las han querido hacer un reparto. El cúmulo de multas es millonario y a los ojos de la ciudadanía se aplican y condenan con alto nivel de discrecionalidad que no se da en otros ámbitos administrativos, menos fiscales.

La relación entre prerrogativas a partidos y recaudación fiscal no existe, pero destruye la credibilidad en los órganos electorales y las campañas para renovar poderes. Los ciudadanos causantes son atados y vigilados; los partidos, constantemente liberados. Esto ha permitido que crezca el esquema conservador de que hay que abstenerse, alejarse de la política y que los partidos no son necesarios. Las ideas autoritarias y dictatoriales crecen, mientras los principios democráticos naufragan.

Todos los partidos políticos registrados han mostrado desde lo interno una cultura autoritaria. El clientelismo político se ha hecho una costumbre para mantener posiciones internas que permitan acceder al campo de lo externo. Los pequeños grupos hacen alianzas para representarse y hasta los liderazgos partidarios se derrumban frente a la voracidad por los puestos. La ciudadanía no tiene ninguna posibilidad de acceder por estos medios a la representación legislativa, menos al gobierno. En todo caso, podrán ser invitados como funcionarios, pero en condición de subclase; no tienen acceso al poder de manera directa. Son los partidos y su actuación los que alejan a la ciudadanía de las urnas, pues al final el resultado electoral en poco cambia las formas de gobierno y las políticas públicas, ante la pérdida de la imaginación de esa clase política partidaria, cada vez con menos compromisos y menos relación con la sociedad.

Para estas elecciones de 2009 es posible expresar el hartazgo ciudadano, organizando un proceso electoral paralelo que cuestione el sistema de partidos actual, que no sólo convoque a votar por candidatos, sino también por temas que cambien las prácticas políticas y vuelvan a conectar la política con la ciudadanía. Urnas para los ciudadanos, con boletas y cómputo propios que recuerden el plebiscito ciudadano de 1993 en la lucha por elegir gobierno propio en el Distrito Federal. Urnas para abrir el acceso a candidaturas independientes para el acceso ciudadano y llenar de propuestas directas, verdaderas, las campañas y los representantes.

La incapacidad de los partidos políticos actuales para representar, conducir, transformar y abrir a la ciudadanía no vendrá de los mismos partidos que se benefician con las estructuras actuales, sino de la ciudadanía, que debe presionar con sus urnas el mismo día de las elecciones.

Oídos sordos

María Amparo Casar
21 Abr. 09

Quizá sería exagerado decir que la democracia mexicana está en peligro pero de que hay signos ominosos los hay.

Según todas las encuestas recientemente publicadas, hay un fuerte descenso en el aprecio que los mexicanos tienen por las principales instituciones que definen a la democracia: las elecciones, los diputados, los senadores y los partidos políticos.

La cuarta edición de la Encuesta Nacional Sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de Segob dada a conocer el pasado jueves aporta un dato alarmante: el 66% de la población piensa que en México las elecciones no son limpias.

Siete de cada diez mexicanos confían poco o nada en los partidos políticos; 66% no sabe (o no responde a la pregunta) por qué partido inclinarse; tres de cada cuatro encuestados expresan que los diputados y senadores toman más en cuenta sus propios intereses o los de sus partidos al elaborar las leyes; sólo uno de cada diez ciudadanos cree que estos funcionarios públicos toman en cuenta los intereses de la población.

De participación, ¡ni qué hablar! Menos de 10% de los ciudadanos afirman haber estado involucrados en actividades típicas de las democracias como la participación en la toma de decisiones de su comunidad, en la formación de comisiones vecinales, en marchas y protestas, en el envío de cartas de inconformidad a un medio o a la autoridad, en la colocación de mantas y firmas de desplegados o en la simple portación de un distintivo.

Todos estos signos se dan en el peor momento. En el momento en que el sistema le pide a los ciudadanos que refrenden su fe en el sistema democrático a través de la única participación política generalizada: el voto.

Aún no puede hablarse de un movimiento para boicotear las elecciones pero el asunto está a debate y cada vez se escuchan más voces que cuestionan la utilidad de participar en las elecciones o que llaman a abstenerse o a protestar a través de la anulación del voto.

A las redacciones de los periódicos llegan cada vez más cartas de los ciudadanos que los editores nos hacen el servicio de reproducir y que prenden focos rojos. El domingo Reforma nos regala dos en su sección de Cartas del Lector en las que se sugiere concurrir a las urnas pero no votar por las opciones que vienen impresas en las boletas.

A nuestro correo electrónico también llegan presentaciones -por ejemplo la de "México ya no Aguanta Más"- conminándonos a cancelar el voto el próximo 5 de julio y explicando las razones por las que debemos observar esta conducta: ninguna de las opciones atiende las necesidades ciudadanas, todas son cómplices de los poderes fácticos; estamos hartos de los partidos políticos.

En el número de Nexos que circula actualmente, especialistas en política plantean el dilema entre votar y no votar, exponen las estrategias utilizadas en otras democracias, analizan las razones detrás de los llamados al abstencionismo o a la anulación del voto y debaten sobre las consecuencias que cada una de estas opciones acarrearía.

Ni los preocupantes datos que arrojan las encuestas, ni la opinión de ciudadanos más politizados que se buscan la manera de dar a conocer sus opiniones, ni la cada vez más extensa discusión en los medios están haciendo mella en los políticos. No han ofrecido respuesta alguna. Mucho menos han articulado una estrategia para atajar conductas que más allá de otras consecuencias sí militan en contra de la consolidación democrática.

Ante las amenazas del abstencionismo o la anulación del voto los partidos nos responden con oídos sordos y nos ofrecen más de lo mismo: candidatos que transitan de un partido a otro porque no lograron la nominación en el de origen, personajes que migran de un partido a otro porque el lugar que se les ofrece en la lista es más ventajoso, partidos que en lugar de confrontar alternativas de política confrontan ineficiencias o corruptelas, militantes de un partido que hacen campaña abierta o soterrada por candidatos de otros partidos, partidos que hacen trampas en los procesos de selección interna para evitar que algunos de sus propios militantes obtengan una candidatura...

La señal es clara: no hay principios, no hay ética, no hay ideología, no hay proyecto. Hay poder, empleo, dinero, fuero e impunidad.

Las democracias son regímenes en los que los ciudadanos piden mucho y dan poco. De lo poco que dan es el voto. Si incluso éste se escatima, la democracia está en problemas. La nuestra comienza a estarlo y los políticos no acusan recibo.

martes, 21 de abril de 2009

Me he sumado porque...

Soy Carlos Páez, también promotor del VOTO NULO. Me he sumado porque:

· El gobernador panista nos dice que chinguemos a nuestra madre.

· Los gobiernos estatal, municipal y diputados panistas, asociados a varios empresarios locales han tejido una red de complicidades que hacen legal lo ilegal.

· El PAN no puede hablar de un programa exitoso en 14 años de dominio político en Jalisco.

· Los diputados priístas se sumaron a la ley antiaborto y en general cogobiernan con el PAN en lo local y federal.

· Francisco Ramírez Acuña posee al PAN

· La televisión no da ningún espacio al disenso.

· Los medios impresos pierden día a día credibilidad y dependen del dinero público para sobrevivir. López Portillo decía NO PAGO PARA QUE ME PEGUEN.

· Heliodoro Hernández Loza, Francisco Silva Romero recién ingresados a la rotonda de los hombres ilustres. Antes lo había hecho Marcelino García Barragán.

· El secretario federal de medio ambiente panista acaba de anunciar que “La declaratoria de emergencia para El Salto ahuyentaría las inversiones”.

· Las comunidades que colindan con el Río Santiago son el Chernobyl local. Una tragedia humanitaria que los está matando hoy a ellos, y de seguir las actuales políticas de gestión del agua, a nosotros muy pronto. Existe abundante evidencia científica al respecto.

· Los sindicatos cómo SNTE, IMSS, CFE, PEMEX son vergonzantemente antidemocráticos.

· Los diputados federales por unanimidad aprobaron en diciembre de 2005 la ley Televisa en una discusión de menos de 5 minutos.

· La suprema corte de justicia de la nación estableció en 2008 que la única forma de acceso al poder son los partidos políticos, impidiendo legalmente las candidaturas ciudadanas. Este legalismo es nieto de la prohibición de partidos promulgados por los dictadores Franco y Castro.

· En México no hay una huelga general desde 1936.

· Nunca en 200 años ha habido un referéndum, plebiscito, revocación de mandato.

· Los mecanismos y capacidades legales tanto del IFE como del IEPC son tan insuficientes que hoy son órganos tan desacreditados como lo eran los secretarios de gobernación priístas que contaron los votos hasta 1997.

· Los recursos públicos que los partidos políticos se autoasignaron y reciben son obscenos.

· Panal es propiedad de la poseedora del mayor monopolio político del país, Elba Esther Gordillo.

· El PVEM es un negocio familiar de cuarta, recién expulsado del partido verde internacional por su campaña en pro de la pena de muerte.

· PT y Convergencia no tienen evidencia de ningún gobierno, regidores, diputados ni senadores de gestión notable.

· PSD es una fuerza que proviene de una escisión cuyo origen desconocemos.

· Reconocemos a quienes piensan que hay camino para democratizar al país desde el régimen de partidos. Ser un buen candidato en este régimen es como ser policía honrado. Es un clamor en el desierto que ya ha tenido decenas de ejemplos que no han producido mayor democracia.

· Desde 2000 hemos avanzado de un presidencialismo autoritario a un partidismo autoritario. Eso hace el cambio más difícil por el nivel de pulverización de las responsabilidades públicas.

Raúl Padilla posee a la Universidad pública, al PRD y a una parte importante del PRI. Además acaba de ser condecorado por el rey de España. Construye un auditorio de 100 millones de dólares de dinero público (que ese sí es sagrado) dirigido a públicos que puedan pagar boletos de 400 pesos promedio, violando el principio de Lo Público (lo que beneficia a todos de la misma manera). Como cereza de ese pastel le vendió el nombre a Telmex, el mayor monopolio económico del país.

· La UdeG no conoce la democracia. ¿Por qué en todos sus pasajes históricos han aceptado ser dirigidos por el caudillo en turno? Los ciudadanos asignamos nuestro dinero para que unos poquísimos privilegiados puedan dedicar sus vidas a pensar y a crear. Ningún cambio democrático en el mundo se ha logrado sin los académicos y artistas para comprender qué ocurre y qué caminos habremos de emprender.

· En la trifulca bananera entre Padilla y Briseño ninguna voz se alzó con fuerza para exigir que se vayan los dos. El soviet se impuso y los universitarios volvieron a callar. Creo que dos o tres semanas de huelga de brazos caídos de académicos pueden conducir a la democratización de la Universidad.

· Hay cientos de frentes ciudadanos abiertos y también pulverizados. Unas van contra una secretaría, otras un alcalde, otras un director de obras públicas.

· El secretario de la función pública concluyó que “La corrupción mató a Mouriño”. Los partidos políticos, los poderes del Estado y sus instituciones son Fuente Ovejuna.

· La enfermedad de México es su régimen.

· El orden social vigente no produce ni armonía ni prosperidad ni sustentabilidad.

· La democracia en México sólo volverá cuando los ciudadanos (el pueblo) tengamos las capacidades suficientes para ejercer nuestra soberanía. Esta constitución y sus instituciones ya no sirven para hacer democracia.

· Nunca ningún mexicano ha nacido o muerto en un México democrático.

· En un entorno de tanta descomposición democrática vamos a anular nuestro voto porque reivindicamos que estos partidos ya no sirven. Estamos seguros que abstencionistas y anulistas seremos mayoría el 5 de Julio. Después empezaremos a encontrarnos, a reconocernos y a articularnos. Unos se abstienen pasivamente otros nos abstenemos activamente. Una diferencia absolutamente salvable.

Un gesto inútil

1. La participación electoral a nivel federal viene descendiendo de manera constante desde 1991, primera elección que organizó el Instituto Federal Electoral. Ese año dejó de ir a las urnas el 34.06% de los electores. Seis años después, en 1997, la abstención subió a 42.31% y en el 2003 llegó hasta 58.32%.

Si observamos los datos de las elecciones generales, en las cuales se elige presidente, senadores y diputados, la tendencia es similar, aunque la participación es más alta. En 1994 no fue a las urnas sólo el 22.45% de los electores potenciales, en 2000, el porcentaje subió a 36.34%, y en 2006 arribó al 41.81%.

Son números fríos pero elocuentes. Y no sirven los conjuros para “tapar el sol con un dedo”.

2. La abstención crece y llamar a incrementarla no es muy meritorio, sino más bien montarse en una ola que nada productivo puede traer al país. Aunque la Constitución dice que el voto es un derecho y una obligación, de facto en México votar es un derecho solamente, ya que la abstención no acarrea ninguna sanción de carácter administrativo, como sí sucede en otros países de América Latina, y qué bueno que así sea. Sólo un derecho.

3. La abstención se incrementa porque, en efecto, hay un malestar en relación a los partidos, los políticos, los Parlamentos. Diversas encuestas han recogido ese sentimiento y en centros de trabajo y espacios públicos uno mismo puede recoger esa “desafección” hacia el mundo de la política. No se trata de un fenómeno exclusivo de nuestro país, el PNUD y Latinobarómetro lo han documentado en buena parte de América Latina.

4. Por otro lado, la abstención es un fenómeno complejo. Los motivos de los que se ausentan de las urnas pueden situarse en las antípodas: desde el hiperpolitizado que no encuentra una opción a la altura de sus expectativas hasta el apolítico rutinario, pasando por todo tipo de grises. De tal suerte que no existe algo así como un “partido abstencionista”. Los que no acuden a la cita dejan en manos de otros la decisión de quién debe gobernar y quiénes deben legislar.

5. ¿De qué sirve echar más leña a la hoguera de la abstención? ¿Queremos desfondar lo poco o mucho que hemos construido hasta ahora? Hay que recordar, porque nuestra memoria es flaca, que México transitó apenas entre 1977 y 1996 de un sistema de partido hegemónico a otro pluripartidista, de elecciones sin competencia a comicios muy competidos, de un mundo de la representación política monocolor a uno donde el pluralismo se reproduce en las instituciones del Estado. Y ello significa hoy nuevas relaciones entre los poderes: de un presidencialismo asfixiante y subordinador a un equilibrio real entre los mismos, de un centralismo arraigado a un federalismo primitivo, de un Poder Judicial minusvaluado en materia política a otro que ya es árbitro de litigios entre poderes y en acciones de inconstitucionalidad. También ha acompañado y posibilitado mayores márgenes de libertad de expresión, organización, de prensa, manifestación, etcétera, y ha logrado construir un mundo de la política plagado de pesos y contrapesos, en claro contraste con el verticalismo autoritario de hace apenas unos años. Y todo ello fue posible a través del voto, la punta del iceberg civilizatorio que permite la convivencia de la diversidad, y el cambio de gobierno por vías institucionales y con la participación de los ciudadanos.

6. La abstención tiene sentido cuando alguna fuerza política fundamental en un país es excluida de la contienda. ¿Pero qué corriente política significativa está hoy imposibilitada de participar en nuestros comicios?

7. Lo que necesitamos es más bien una pedagogía que nos ayude a socializar los valores y principios de la democracia y a valorar los cambios que fueron capaces de desmontar un régimen autoritario y edificar un germinal régimen democrático. (Y, por supuesto, a detectar y discutir todos y cada uno de los obstáculos que impiden su asentamiento y que tienden a erosionarla; destacadamente, el entorno económico y social en el que se reproduce.)

8. Ésa debería ser una misión fundamental de las instituciones estatales, los partidos, los políticos que son los responsables inmediatos de la imagen que la política irradia. Pero también de la escuela, de los medios
de comunicación.

P.D. Además, vale la pena establecer desde ahora la siguiente salvedad. Al 20 de febrero, la lista nominal de electores tenía inscritos 75 millones 788 mil 623 ciudadanos. Ése es el universo potencial de los votantes. Pero a ese número deberíamos restar un millón 291 mil 705 fallecidos que aparecen en la lista, y tres millones 859 mil 681 personas que se encuentran de manera temporal o permanente en el extranjero (cálculos del Registro Federal de Electores). Es decir, el 6.8% de los ciudadanos que están registrados en la lista nominal no podrá votar. Ese porcentaje de “ausentes”, en buena lid, debería restarse de las cifras que miden la abstención.



José Woldenberg. Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.  Es autor de Después de la transición: gobernabilidad, espacio público y derechos.

El “no voto”: ¿esfuerzo inútil?

José A. Crespo

En el número de abril de la revista Nexos se hace una reflexión plural sobre si conviene votar o no en las actuales circunstancias. Una de esas reflexiones la hace José Woldenberg (Gesto inútil), a quien mucho aprecio y respeto. En lo que hace a la discusión sobre las razones de votar o no votar en estas elecciones o, más aún, como él mismo lo pone, si tiene sentido abstenerse, mi postura es que, a partir del comportamiento de todos los partidos en los últimos años, se puede concluir que no hay diferencia sustancial entre ellos. Y que los ciudadanos que así lo sientan (no sabemos cuántos son) pueden expresar ese rechazo y ejercer una presión sobre los partidos anulando el voto (aunque muchos, al parecer, no quieren ni siquiera concurrir a la urna).

La postura de Woldenberg es que esa estrategia no tiene mayor sentido. Recuerda el ex presidente del IFE que en los últimos años pasamos “de un partido hegemónico a otro pluripartidista“, y de una política “monocolor a otra donde el pluralismo se reproduce en las instituciones de Estado”. Es cierto, pero algunos pensamos que los partidos se repartieron el poder que antes detentaba el PRI, sin compartirlo a su vez con sus respectivos representados, para lo cual no se les ven muchas ganas (ahí está todavía esperando, por ejemplo, la reelección consecutiva de legisladores y munícipes, como mecanismo esencial de la democracia representativa).

Afirma también Woldenberg que “la abstención tiene sentido cuando alguna fuerza política fundamental en un país es excluida de la contienda”, lo cual quedó superado ya. Cierto, pero ahora la exclusión se hace con los presuntos representados de los partidos o al menos muchos así lo sentimos. Por lo cual, la pregunta sería si el “no voto” de esos ciudadanos que no nos sentimos debidamente representados ni partícipes de las decisiones (así sea indirectamente), más allá del voto, puede contribuir estratégicamente a superar en medida importante dicha marginación.

Woldenberg recuerda que el voto nos llevó a un mayor pluralismo político. Cierto, pero, paradójicamente, en las actuales circunstancias, el voto podría fortalecer el arreglo partidocrático y oligárquico que muchos percibimos y del cual nos quejamos. En cambio, el “no voto”, si es suficientemente amplio, podría llamar la atención partidocrática para que se dé el siguiente paso a la apertura y la inclusión política, en este caso, no de la oposición, sino justamente de los ciudadanos.

Finalmente, Woldenberg advierte que un fuerte abstencionismo, más que ser un instrumento adecuado para avanzar en la democratización (en la relación entre partidos y ciudadanos), puede provocar un retroceso, echar abajo lo que hemos logrado en muchos años: “¿Queremos desfondar lo poco o mucho que hemos construido hasta ahora?”. Ante esa advertencia, que es perfectamente atendible, haría yo dos apuntes: a)

Es cierto que un abstencionismo total, por definición, provocaría un colapso de la democracia en vigor. Simplemente no podría instalarse la Cámara baja y se crearía una crisis política y constitucional. No es eso lo que se busca (aunque no podría asegurar que algunos no pretendan eso). El cálculo es que hay un buen número de ciudadanos que sí tienen una preferencia partidista o están dispuestos todavía a votar por el “mal menor” (las encuestas calculan entre 30 y 40 %), por lo cual, aun con una elevada abstención, no habría colapso.
b) Me parece menos riesgoso institucionalmente, en lugar de abstenerse, presentarse a la urna y anular el voto, con el fin de reproducir en lo posible lo que en muchas democracias se conoce como “voto en blanco”, para lo cual existe ahí un recuadro específico en la boleta. Se estaría emitiendo un “voto de castigo” a todos los partidos, sin rechazar de plano a todas las instituciones. Es cierto que, de alcanzar la anulación y la abstención juntas, igualmente ciento por ciento, la temida crisis ocurriría (como lo pinta José Saramago en su Ensayo sobre la lucidez). Pero el cálculo es, como se dijo, que muchos ciudadanos votarán por algún partido, para evitar así el colapso. Si la abstención, junto con el voto nulo, son excepcionales, pero no totales, no habrá colapso, mas los partidos recibirán el mensaje del amplio malestar (en el lenguaje que sólo parecen entender) y, quizá, actúen en consecuencia (haciendo reformas que permitan compartir en medida suficiente su poder con los ciudadanos, reduciendo también sus insultantes privilegios, llamando a cuentas a sus infractores, etcétera). No se trata tampoco de prescindir de los partidos (“que se vayan todos”), sino de mejorar la representación. En todo caso, la probabilidad de que eso ocurra es mayor con un amplio “no voto” que con una abundante votación, que no generaría en sí misma ningún incentivo para la corrección o la reforma. Probablemente al contrario, sería un elemento de inercia, al considerarse como apoyo y aval a su camino y comportamiento actuales. Infortunadamente, los cambios (al menos en México) suelen darse, no antes, sino en medio o después de una crisis (y a veces ni así), que en este caso sería una de representación política.

Muestrario. Una encuesta telefónica publicada la semana pasada por Reforma (4/IV/09), reporta que, a propósito de la campaña negativa del PAN contra el PRI, 29% le cree al primero y 40% al segundo. De lo cual podría inferirse que dicha campaña no afectaría al PRI, lo cual se podrá aclarar en futuras encuestas. El sondeo sugiere también que sólo 12% considera interesantes las campañas, 46% no les presta atención y 37% ya se está hartando de ellas. Igualmente, 62% percibe más ataques que propuestas en la publicidad política. Y 56% considera que el proceso no está siendo democrático, frente a 32% que sí lo ve como tal.
Algunos pensamos que los partidos se repartieron el poder que antes detentaba el PRI, sin compartirlo a su vez con sus respectivos representados

respuesta a Rogelio Campos

Estimado Maestro Rogelio:

Independientemente de lo que que escriba en la segunda parte, quiero expresar mi punto de vista acerca de la propuesta del voto nulo que un grupo de personas están promoviendo por vía internet principamente.

Antes de que saliera a la luz cibérnetica esta postura, un servidor analizaba el erfi de quienes se postulaban a varios cargos públcos y por los diferentes partidos plíticos, a la mayoría los conozco, se de su trayectoria tantos los que son chapulines y los de recien estreno como candidatos y la verdad ninguno cubre las expectativas de lo que demando de un candidato, y mucho menos en el municipio y distrito en el que ejerzo mi derecho y obligación de votar, por lo que decidí no votar por primera vez.

Siempre he votado de forma de útil, según el perfil de los candidatos independeintemente del partido que representa (pues la deología aquí no vale), sin embargo hoy no hay gallo fino.

Además de que ya me cansé de estar avalando con mi voto a personas que brincan de puesto en puesto y solo se enriquecen y no hacen nada por la ciudadanía; ya me cansé de estar avalando con mi voto candidaturas surgidas de dedazo y nepostismo burdo, ya ni siquiera cuidan las formas; ya no quiero que mi voto lo anule una computadora manipulada para borrar mi elección como sucedió en el 2006, que no se respetó mi voto: es decir ya no quiero seguir siendo parte de las mentiritas del sistema partidista y electoral.Ya me cansé de ver hasta partidos de la chiqullada que se dicen de izquierda y en su vida interna ni ejercen la democracia, ni la equidad de género y solo son electoreros, es más ni siquira tienen miliantes rales, solo en nomina para cubrir el requisito de registro.

Mi postura también se basa en las experiencia de países de ámerica del Sur y centroamerica que han hechos movimientos de voto nulo (Voto Blanco) y han logrado cambios importantes.

Creo es un sentir de muchos ciudadanos que desde hace tiempo se han abstenido de votar, ni siquiera pierden tiempo en hacer fila el día de. (El abstencionismo es más fuerte que el votar)

Obvio que mis argumentos de anular el voto, que no es lo mismo que el de abstenerse, no se basan en la Constitución ni de un sustento jurídico más que mi derecho de votar, si voya a votar pero por nadie, eso es para mi el voto nulo y de expresar legalmente mi desición y elección, ejerczo mi dercho a votar, pero al ver que las ofetas de los productos llamados candidatos no me satisfce, támpoco estoy obligado a escoger de lo que hay, o si?.

Tiene toda la razón al criticar a quienes inicaron con esta porpuesta de anular el voto por no dar alternativas de organzación para exigir por ejemplo lo que expone en su artículo, coincido en eso; en otroas envios de correos lo he argumentado, que se bebe tener una propuesta positiva que acompañe al voto nulo, que permita construir ciudadania, y eso es la parte más importante que habremos de seguir quienes estamos deacuerdo con el voto nulo, osea esta bien vaya a votar por ninguno, ¿y que hago además para ejercer ciuadanía responsable y constructiva hacia un cambio no solo político electoral, sino de forma de hacer políticas públicas que se refleje en la vida cotidiana de todos nosotros?.

Ese paso creo que es el de crear espacios organizativos de formación y ejercico ciudadano promviendo por ejemplo los puntos muy acertados que usted hace mención en su artículo referente a las preorogativas del artículo 35.

De mentiritas

Rogelio Campos


En las últimas semanas han circulado correos electrónicos invitando a anular el voto el próximo 5 de julio. Bajo la premisa de que "si tenemos políticos nulos, hay que responder con votos nulos", se arenga a no votar para manifestar una supuesta inconformidad. La iniciativa deja al descubierto que somos un país de mentiritas.

Nuestra Constitución establece -artículo 35- que votar en las elecciones populares es una prerrogativa ciudadana. Se entiende que se llega al extremo de renunciar a ella cuando no se tienen incentivos para ejercer un derecho, o que su ejercicio resulta inútil. Pero ese mismo artículo establece otras prerrogativas, sobre las que no se pronuncian los promotores de la iniciativa.

Empecemos con la de ser votado y nombrado para cualquier empleo o comisión teniendo las calidades que establezca la ley. ¿No será que tenemos políticos de bajo perfil porque no se ha trabajado en definir criterios más estrictos para nuestros funcionarios y para sus equipos de apoyo? La solución puede estar en desarrollar un sistema de servicio civil de carrera de verdad, no como el de mentiritas -tan cacareado- que Alberto Cárdenas y Vicente Fox hicieron en sus respectivos ámbitos. Ahí no se escucha la voz de los ciudadanos que quieren que anulemos el voto.

En países como nuestro vecino del norte, el día de las elecciones es aprovechado para marcar boletas a diestra y siniestra. Se vota por una nueva ley, por una nueva obra pública. Muchas obras, ordenamientos y acciones se someten a plebiscito o referéndum. En esos países también hay un voto que determina que un gobernante deba separarse del cargo. Lo que faltan son voces que promuevan que ese día votemos más -no que dejemos de votar- y tomemos más decisiones.

Otra prerrogativa que tenemos es la de "asociarse individual y libremente para tomar parte en forma pacífica en los asuntos políticos del país". Vaya que hace falta. En Europa nos ven como un país que diluye sus esfuerzos, que no se asocia. Vaya golpes mortales se le han propinado al asociacionismo, como el que asestó la esposa de Vicente Fox con la organización -al parecer también de mentiritas- Vamos México, que compitió de manera desleal con organizaciones de verdad, se comió a algunas y a otras las mató de inanición. Hacen falta voces que inviten a organizarnos y asociarnos para tomar parte en los asuntos del país... aquí la imaginación llega a invitar a asociarnos para no tomar parte.

Una prerrogativa más es la de "tomar las armas en el Ejército o Guardia Nacional, para la defensa de la República y de sus instituciones, en los términos que prescriben las leyes". Como no hay Guardia Nacional -otra de las mentiras elevadas a rango constitucional- pues simplemente no es posible.

La última de las prerrogativas es la de "ejercer en toda clase de negocios el derecho de petición". Se trata de otra de las farsas elevadas a rango constitucional, debido a que un pueblo con tantas necesidades debería tener inundadas las oficinas de gobierno con peticiones... cosa que no ocurre. Tampoco sucede que los ciudadanos que invitan a no votar hayan invitado antes a organizarnos para ejercer de manera eficaz el derecho de petición.

Habrá quien diga que votar no solamente es un derecho, sino una obligación. Efectivamente, así lo dispone el artículo 36 constitucional. Pero también establece una serie de obligaciones "de mentiritas", como inscribirse en el catastro de la municipalidad, manifestando la profesión, industria o trabajo de que se subsista. En la práctica esto no sucede.

Otra obligación: inscribirse en el Registro Nacional Ciudadano. Esa instancia tampoco existe, por ende es imposible cumplir. ¡Lo grave es que esa institución es la que debe expedir el documento que acredita la ciudadanía mexicana! No recuerdo a este grupo de ciudadanos -que arengan a anular el voto- exigiendo que estas instancias empiecen a funcionar.

Una obligación más: inscribirse en la Guardia Nacional. Al no existir no se puede cumplir con ese compromiso. También se encuentra la de desempeñar el cargo de jurado. Al no existir jurados en México no hay forma de cumplirla.

Hay muchas obligaciones que no se pueden cumplir y prerrogativas que no se pueden ejercer, por eso sí hay que votar el 5 de julio. A los que invitan a no votar -posiblemente- les haré caso cuando propongan algo consistente y para sí hacer algo, no para dejar de hacerlo. Lo que hay que agradecerles es que dejan al descubierto que este país es de mentiritas... de otras tantas nos ocuparemos la próxima semana, incluyendo la iniciativa a anular el voto.


rogelio_campos@yahoo.com

El por que voy a votar por ninguno el 5 de julio

“Los políticos prefieren la abstención que al voto en blanco (nulo).
Con la abstención han vivido siempre y han encontrado una forma de justificarlo todo”
Saramago

Recuerdo cuando se promovía por vez primera el voto útil, voces por doquier se oponían, argumentando que eso significaba que quien lo ejerciera carecían de una sólida ideología y fortalecería al grupo hegemónico, sin embargo esta forma de ejercer el derecho a votar contribuyó a equilibrar el poder político entre las fuerzas partidistas y acabar con el monopartidismo; la ciudadanía maduró, comprendió que se tiene poder al votar de manera diferente, en tanto que la clase política se quedó y sigue estancada, no evoluciona, una generación y sus juniors se apañaron en el glamour de ostentar los instrumentos del poder al estar candidateándose continuamente de cargo en cargo, ya sea con la misma camiseta o poniéndose otra a cada brinco que dan; lo peor de todo es que cada vez demuestran cinismo, ineptitud y carencia de ética y nula representatividad real de quienes los eligieron o no mediante el voto; y se sigue votando por los mismos personajes a pesar de que cada trienio y cada sexenio tenemos menos gobierno que se transforma en un circulo fashion de la Lumpenburguesía (empresarios, juniors, intelectualoides y demás especimenes) y si bien va, en lobby del clero católico y de las 33 familias que administran la pobreza de México.

Así que el tener que votar por lo único que ofertan los partidos hoy en día es ser comparsa de esa descomposición del sistema. más importante y que garantiza el bien común y bienestar social para todos, el gobierno, claro cuando hay políticos y no vedettes mediáticos o como les diría “Palillo” politiqueros de a peso.
Nuestros bolsillos son testigos y victimas de lo que he planteado. Si hay crisis es porque no hay buenos gobernantes ni oposición digna en el poder legislativo, a la altura de las demandas; en poder judicial ni hablar que vergüenza ajena da.

Por tal motivo, y otra vez la ciudadanía tenemos que tomar la iniciativa de empujar y hacer que cambien las cosas en el ámbito electoral, el voto útil cumplió y fue efectivo en su momento,
(pues tal parece que la clase política es como la cucaracha de cocina se hacen inmunes al insecticida más fuerte que se les aplica en cada fumigación, crean sus defensas), ahora es necesario ejercer nuestro derecho al voto, votando por ninguno, es decir, el voto nulo, como una manifestación colectiva de descontento e inconformidad de lo anteriormente expuesto, es un recurso que no es nuevo pero que hoy es efectivo en Jalisco el día 5 de julio para expresar de forma cívica y democrática de que reconocemos el método electoral pero rechazamos la opciones por hoy impuestas por cada partido político que solo legitiman el bipartidismo, y a la vez para exigir el derecho a tener opciones diferentes.

Voto nulo no es lo mismo que el abstencionismo y el voto blanco, estos últimos son formas de negación al derecho cívico de votar, además son acciones que permiten hacer cochupos como en el 2006. Si bien los votos nulos no aumentan ni disminuyen los porcentajes de votación de ninguno de los candidatos participantes, si se cuentan de acuerdo a la Ley Electoral de tal manera que sería posible medir el nivel de repudio ciudadano al régimen chambista a través de los resultados finales; el objetivo es tener la opción de decir que no creemos en ninguna de las ofertas, que queremos algo distinto.
Por último, una razón personal como ciudadano de izquierda que me motiva a participar en la promoción del voto nulo es porque siempre he ejercido el voto útil, según el perfil de los candidatos independientemente del partido que representan, sin embargo hoy no hay gallo fino. Conozco y he analizado el perfil de la mayoría de los suspirantes (chapulines y recién estrenados) la verdad ninguno cubre las expectativas de lo que demando de un candidato, mucho menos los del municipio y distrito en el que ejerzo mi derecho y obligación de votar.

Además de que ya me cansé de estar avalando con mi voto a personas que brincan de puesto en puesto y solo se enriquecen y no hacen nada por la ciudadanía; ya me cansé de estar avalando con mi voto candidaturas surgidas de dedazo y nepotismo burdo, ya ni siquiera cuidan las formas; ya no quiero que mi voto lo anule una computadora manipulada para borrar mi elección como sucedió en el 2006, que no se respetó mi voto: es decir ya no quiero seguir siendo parte de las mentiritas del sistema partidista y electoral. Ya me cansé de ver, aquí en Jalisco, a la chiquillada comparsa que se dicen de izquierda y en su vida interna ni ejercen la democracia, ni la equidad de género, son electoreros, no tienen militancia real, solo en nómina para cubrir el requisito de registro, con su pasividad dan continuidad a las políticas neoliberales, al manejo discrecional y corrupto de nuestros recursos, a la tergiversación mafiosa de la justicia y una retórica populista y engañosa. Ser representante de un cargo público de elección es más que denunciar en el estrado las ineptitudes y corruptelas del que cobra como gobernante.
Entiendo que es necesario que los partidos del FAP logren el porcentaje mínimo para no perder el registro, pero los dirigentes en el estado ni siquiera los conocemos, ¿tú sabes quienes son, como se eligieron a los candidatos, fue democrático en asamblea? quién sabe, si no ponen de su parte para votar por esa opción, porque tengo que votar por esos candidatos, esto es una autocrítica si se le puede llamar así, pues simpatizo con AMLO y lo apoyo, pero así no.

En apariencia, en Jalisco y hoy, es lo mismo anular el voto que votar por los partidos del FAP, de todos modos los que detentan el poder ganarán y les importa un bledo si la izquierda ciudadana vota por sus candidatos o no, sin embargo hay diferencias.

En el primero se ejerce ciudadanía y se forma ciudadanía mostrando el repudio y no aceptación del sistema político estatal y nacional incluso, en el segundo se sigue el juego del poder actual, pues seguro es que al ser diputados o regidores seguirán mamando del presupuesto y no actuarán para nada a favor de la ciudadanía.

No estamos obligados a tener que votar por el menos malo, no solo hay las opciones de lo que se ofrece, ¿o sí? .Apoco hay que votar por el candidato gay, por ser gay, creo que esa no es una cualidad y perfil para ejercer un cargo público de elección, el PSD está fallando en la mercadotecnia política, ¿cuál es su antecedente y experiencia del quehacer político? quien sabe, es lo mismo con el resto de los candidatos, claro hay excepciones como el de Gilberto Parra Rodríguez.
Creo, estas posturas son también un sentir de muchos ciudadanos que desde hace tiempo se han abstenido de votar, ni siquiera pierden tiempo en hacer fila el día de, por eso es importante hacer campaña del voto nulo.
Voto nulo, Aquí y ahora es el voto de la dignidad, de la recuperación de la esperanza y de la ética política. No solo se trata de votar nulo sino de hacer campaña por el voto nulo. Es comenzar a construir nuestras propias alternativas, este es el primer paso.

José de Jesús Loza Sánchez
Privada Josué 210, Residencial Jardines del Edén, Tlajomulco de Zúñiga
e-mail jesuslozasr@gmail.com
Tel. oficina 31 34 22 75 ext.1747
Cel. Me lo robaron.

Contra el agandaye

Luis González de Alba

Los ciudadanos estamos representados en el Congreso por el diputado de nuestro distrito para que nuestra opinión sea tomada en cuenta, por eso es necesario que votemos y pensemos bien al votar, lo dice la Constitución y nuestro código electoral… (ya puede usted soltar la carcajada: ¡juar, juar, juar!!! O como se estila por internet: lol: laughing out loud=carcajadas).

En los hechos, los partidos han conseguido blindarse contra cualquier forma de control ciudadano:

1. Se dieron la llave única de entrada al Congreso y al Ejecutivo. Los partidos y sólo los partidos pueden lanzar candidatos a puestos de elección popular, cualquier puesto en cualquier elección, local o federal. Están en perfecta complicidad todos, sin excepción. Es un acuerdo entre secuaces para repartirse el pastel del presupuesto sin dar cuentas a otro poder ni al ciudadano, porque nada le deben ni tiene éste cómo oponerse.

2. Nos habíamos dado un Instituto Federal Electoral integrado por consejeros inamovibles para que ese árbitro tuviera completa independencia. Dieron golpe contra el IFE, en abierto desacato de la ley. Se pelearon por colocar cada uno su alfil y no cumplieron ni los plazos que ellos mismos se habían ordenado. Los ciudadanos sólo pudieron, la mayoría, tragarse su rabia; quienes escribimos, despotricar inútilmente. Nos repetirán el numerito cuantas veces se les pegue la gana porque no hay otro poder, ni la Suprema Corte, que pueda objetar sus golpes y someter por la ley a los golpistas. Van solos y no se quitan.

3. Atentaron contra la libertad ciudadana a informarse sobre las pillerías, malos manejos o francos delitos que un candidato pueda tener en su haber porque está prohibido “denigrarlos” y “deslustrarlos”. Es ya contra la ley señalar que la candidata a gobernadora por el PRD, Irma Serrano, declaró su admiración por Hitler, salvo, matizó, porque “dejó demasiados judíos vivos”. Es contra la ley ventilar los acuerdos de Mario Marín, hoy gobernador de Puebla, mañana candidato al duodeno distrito, con un pederasta. Es contra la ley mencionar el halconazo del 10 de junio al participante comprobado y fotografiado, pero candidato.

¿Queremos derogar esas aviesas limitaciones a la libertad de expresión y de información? Debemos pedirlo… a quienes las elaboraron con el fin de que no los pudiéramos tocar con el pétalo de una crítica.

4. De 500 diputados, 200 se deben única y exclusivamente a la dirección de su partido que les regaló la diputación a cambio de disciplina. Los otros 300 deben salir a pelear por su curul, pero una vez elegidos en votación universal no tienen obligación, ni incentivo alguno, para buscar la opinión de sus electores por la sencilla razón de que, hagan como hagan, sean faltistas o tesoneros, ignorantes o promotores de magníficas leyes, todos están castigados de antemano con la no reelección. Así que trabajan, de nuevo, para las oligarquías de cada partido en afán de congraciarse con ellas y, en tres años, saltar de una Cámara a otra y evadir la no reelección.

5. Desde hace cuatro legislaciones los vemos empecinados en la manera de meter zancadilla al contrario, al costo que sea para el país. Esperan iniciativas de ley frotándose las manos para no dejarlas pasar. Los “acuerdos” que nos venden como súmmum de ingeniería legislativa y condescendencia mutua son basura. Nada con respecto a reformas en fisco, energía, petróleo, trabajo, seguridad pública.

6. Han impuesto a las campañas electorales la trivialización de quien vende refrescos, moda o hamburguesas y nadie puede evitar ese daño a la vida republicana porque no hay el instrumento ciudadano para hacerlo ni el poder que equilibre esas desmesuras.

7. Hicieron gratuitos sus spots en radio y TV, pero no se rebajaron de manera proporcional los miles de millones que antes pagaban a medios electrónicos. Se asignaron tres mil 600 millones de pesos y debemos agradecer que no fueran 10 o 100 veces más, porque no habríamos tenido cómo impedirlo. A fines de febrero, los consejeros del IFE avisaron, en plena crisis que tiene en la calle a centenas de miles de desempleados, que se subirían el sueldo, de 175 mil a 333 mil… al mes. Se retractaron, pero el daño por la intentona desvergonzada ya es irreparable.

Por esto, porque nos han maniatado, los ciudadanos debemos anular nuestro voto, pedir el recuento de los insultos puestos en las boletas o, simplemente, no votar. En 1976, no tener otro candidato frente a López Portillo, hizo pensar al PRI que debería permitir una mayor expresión ciudadana, y así dieron inicio las reformas electorales culminadas en 20 años y que hoy vemos en peligro. Quizá los partidos recapaciten ante urnas vacías. Quizá no, y debamos recurrir a instancias internacionales.



Luis González de Alba. Escritor. Su libro más reciente es Otros días, otros años. Es colaborador del diario Milenio.

Abstencionismo activo razonado

Jaime Preciado Coronado

Son tantos los ingredientes que se acumulan en torno del desencanto político, que se antoja la opción del abstencionismo activo. Impotencia frente al deterioro de la representación-delegación de la gestión del interés público por irresponsabilidad mayoritaria de los cargos públicos que “elegimos”; incapacidad manifiesta de influir sobre las decisiones públicas que afectan desde nuestra vida cotidiana, hasta nuestra capacidad de prevención del futuro personal y colectivo. Sentimos agotada nuestra capacidad para reformar la ley, particularmente la electoral, conforme a nuestras aspiraciones de convivencia democrática. Sufrimos la soberbia de la partidocracia, su insensibilidad frente al impacto social y las urgencias que impone la crisis. Renegamos del absurdo encarecimiento de la función pública por los ingresos millonarios de cargos electos y funcionarios de confianza. Como ciudadanos(as) Nos vemos subyugados por los poderes fácticos, principalmente los mediáticos que sospechosamente llaman al abstencionismo.
Sin un árbitro electoral que asegure dignamente equidad, transparencia, destreza para conducir con apego al ordenamiento electoral a todos los actores, vale preguntarse ¿para qué sirven las elecciones? Hasta ahora, nuestro voto afianza a una casta de funcionarios(as) que se sirven del erario para asegurarse ingresos y prestaciones exorbitados. Nuestro voto sirve para que los partidos políticos reciclen sus burocracias en diferentes puestos de elección popular, o para copar puestos en los gobiernos, o para retribuir alianzas con empresarios o líderes que les aporten capital político, de ello resulta en los hechos una reelección cruzada. Las elecciones se perciben caras, inútiles y alejadas cada vez más de las preocupaciones diarias; es alarmante que las previsiones sobre abstencionismo en estas elecciones intermedias rocen ¡el 65%! en promedio nacional. Aunque en Jalisco el abstencionismo puede ser menor a causa del arrastre que todavía tienen las elecciones municipales, es posible que también sea menor la participación ciudadana en comparación con otros años.
Quienes deberían tener autoridad moral para propiciar la participación ciudadana, los árbitros electorales, han perdido credibilidad por su errática actuación, efecto de la subordinación a las cuotas partidistas con que se configuran los organismos electorales. Ante las elecciones campean los poderes fácticos; entre el Instituto Federal Electoral que se autolimitó en la sanción a las televisoras por boicotear el uso público de sus espacios para impulsar al voto, y las declaraciones del secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, que reconoció la posible conquista del narco de la presidencia de la República, se evidencia la vulnerabilidad electoral, pues el voto se puede comprar o corromper. En Jalisco, es difícil revertir el desprestigio heredado de anteriores organismos electorales. El actual Presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana, no cuenta con un equipo de consejeros que esté sintonizado con la revalorización del voto que podría disminuir el abstencionismo.
En su Ensayo sobre la lucidez, José Saramago plantea una ficción abstencionista generalizada, pero participativa, que al anular su voto en la casilla durante la jornada electoral descalifica en su conjunto al sistema electoral. Algo así se antoja, un abstencionismo activo con el poder suficiente para desmantelar el ritual vacío, que termina por perjudicarnos, en que se han convertido las elecciones. Crecen las voces que llaman a abstenerse activamente, anulando el voto en la casilla el próximo 5 de julio. Pero no tenemos un movimiento social que recoja el descontento y revalorice la política. Los Piqueteros argentinos acuñaron la consigna hoy antojadiza: “que se vayan todos” y algo cambió en las elecciones de ese país; la Otra Campaña de los zapatistas nació abstencionista, pero su ampliación y capacidad de réplica no alcanza a toda la nación, a pesar de su llamado a largo plazo de una Constituyente democrática. No vemos cómo canalizar entonces este abstencionismo activo razonado.

*Presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)

japreco@hotmail.com