martes, 9 de junio de 2009

Precisiones

sábado 6 de junio de 2009

LAURA CASTRO GOLARTE

Los movimientos ciudadanos que proponen a los electores anular sus votos en las elecciones del 5 de julio, las locales en Jalisco para la renovación del Poder Legislativo y de munícipes de 125 ayuntamientos; y las federales para elegir a los legisladores de la Cámara de Diputados, ha generado un debate interesante y alentador, entre ciudadanos que manifiestan posturas diversas.
Desde la clase política, en cambio, la propuesta es rotunda y sonoramente descalificada y satanizada, al grado que, a sabiendas de que es diferente, enfatizan que no ir a votar deja en evidencia la irresponsabilidad cívica de quienes apoyan la idea.
Parece que no, pero esta manipulación de conceptos genera confusión.
Pues bien, no votar, es decir, ni siquiera asistir a la casilla electoral el día de la jornada, es lo que se conoce como abstencionismo. Ciudadanos que por alguna razón (incluso sin ella) no ejercen su derecho.
Anular el voto no es abstenerse. Los ciudadanos que toman esa decisión sí acuden a la casilla y optan por no entregar su valiosísimo voto a ningún candidato registrado.
Hasta ahora, la clase política (léase dirigentes de partidos políticos, candidatos, funcionarios públicos, líderes religiosos, caciques locales, cúpulas empresariales y sindicales) le han dedicado mucho tiempo a denostar a los promotores del voto nulo, pero en ningún momento han manifestado la más mínima preocupación con respecto a los motivos.
Rehuyen el análisis y, concentrados en su objetivo electoral del 5 de julio, no atinan a darse cuenta (y si acaso se percatan del fondo, la estrategia es errónea) de que la movilización de la ciudadanía tiene su raíz en una clase política que no funciona, es ineficiente, desoye las demandas ciudadanas, menosprecia y desestima la participación cívica, diseña y aprueba leyes a modo, es corrupta, manipuladora y autoritaria.
La descalificación que del movimiento están haciendo los partidos políticos, sus candidatos, organismos electorales y jerarcas de la Iglesia católica, sólo contribuye a fortalecer el convencimiento de muchos mexicanos y jaliscienses, de que desde el poder, se hacen oídos sordos a los gritos de la sociedad.
Se ha señalado que anular el voto “no contribuye al fortalecimiento de la democracia en México”, pero si hay un movimiento creciente para votar nulo, es porque la clase política es la que no aporta nada a esa democracia que tanto ensalzan y hacen como que practican.
Es una opción y atribución del ciudadano dar su voto al candidato de algún partido, también es una opción no votar y es una opción anular el voto… O qué ¿acaso no vivimos en democracia? Y, en todo caso, es una propuesta, no una imposición… precisando.