lunes, 25 de mayo de 2009

CONCORDIA O DISCORDIA

Para el diario Público-Milenio

26-05-09

Esteban Garaiz

El destacado periodista Héctor Aguilar Camín señala que en una mesa redonda convocada por la revista Nexos, sobre la Concordia y la Discordia entre los Mexicanos, acudieron a la misma los presidentes de los tres mayores partidos políticos del país.

Según Héctor, “las diferencias entre los proyectos de gobierno y de país de los partidos grandes son de énfasis, de preferencia por esta o aquella política pública, pero no proyectos alternativos de nación”; y que “los partidos mayores están de acuerdo en lo fundamental”.

Parece que no todo el mundo va a coincidir con estas optimistas opiniones de Héctor Aguilar Camín sobre la concordia entre los mexicanos. Hay un punto en el que, sin duda, hay que darle toda la razón: la inmensa mayoría, salvo dos o tres casos no muy bien documentados de guerrillas, está a favor de la vía pacífica y de la manifestación no violenta de nuestros reclamos.

Incluso cuando el EZLN hizo la consulta ciudadana sobre su actuación, hasta los muchísimos simpatizantes de los zapatistas emitieron un claro mandato a favor de la vía pacífica, que fue correspondido de inmediato por el Congreso Federal con la Ley de Concordia y Pacificación.

Por supuesto, también es cierto que los partidos, como requisito condicionante para obtener el registro ante el IFE, se comprometen a actuar por la vía pacífica y dentro de la ley.

Pero afirmar que ninguno de los tres partidos grandes mantiene un proyecto alternativo de nación, es tanto como decir que el proyecto de nación que quiere y busca reformas profundas, radicales, al modo de gobernar, no tiene hoy ningún canal partidario para expresarse políticamente y para llegar a la representación nacional.

Eso es tanto como decir que el actual sistema de partidos sufre una grave disfunción, puesto que no puede canalizar el reclamo legítimo y pacífico de un proyecto claramente alternativo de nación que sostienen millones de mexicanos; y más si desde otra parte importante y muy poderosa de la nación es etiquetado como un peligro para México.

Si todo esto es así, no haríamos sino darle la razón al creciente y rugiente número de ciudadanos que está promoviendo la novena opción: anular el voto soberanamente, para que se vayan todos.

El tiempo dirá – y faltan sólo 40 días – si el salto dialéctico desde los tres partidos grandes, o sus presidentes, a los votantes es válido y legítimo para el análisis de la concordia nacional. Vamos a ver si es cierto que “los votantes eligen gobiernos razonablemente previsibles”; o si el voto sumado de algunos partidos menores más el voto deliberadamente anulado, no pone a pensar en serio en que, en efecto, hay alguna disfunción seria en el actual sistema de los partidos que hoy tienen registro legal, y resulta necesario, por la paz de la República, que todos queremos, buscar y encontrar de aquí al 2012 algún canal adecuado de participación electoral para esos millones de ciudadanos que hoy defienden un proyecto alternativo de nación.

Un proyecto de nación que busca triplicar el número de médicos contratados por el Estado; y que quiere reducir la vergonzosa mortalidad infantil de 19 niños muertos de cada 1000 nacidos, urgentemente a la tercera parte. Que reclama cobertura médica universal, y no falacias de seguro popular. Que quiere que la educación pública vuelva a ser realmente gratuita para que sea de nuevo el motor de la incorporación a la sociedad, y al mercado, que tanto buscan por fuera. Que reclama cuadruplicar el salario mínimo.

Un proyecto que exige que el Estado retome la función constitucional de la rectoría económica, que abandonó hace más de 25 años. Que quiere recuperar el patrimonio energético nacional, y no desangrarlo, para que vuelva a ser el motor del desarrollo productivo.

Proyecto que, para ello, lucha por una auténtica reforma fiscal que triplique la recaudación a partir de un auténtico impuesto progresivo sobre ganancias y sin tratamientos de excepción; y no un impuesto dolosamente regresivo como el IVA al consumo generalizado sobre alimentos y medicinas, para cargar a los más pobres y volver aceleradamente a la sociedad de castas del régimen colonial. Un proyecto que reclama instituciones públicas sanas, porque no queda ni una saludable.

Ese proyecto de millones de ciudadanos mexicanos requiere un canal y una expresión partidaria, que no sea nuevamente desvirtuada y corrompida desde el poder real. Así se podrá conservar, o recuperar, la concordia nacional.