domingo, 31 de mayo de 2009

Voto nulo... o inútil

Paco Navarrete
26 May. 09

A medida que parecen disiparse los calores febriles de la influenza -a escoger entre típica o folclórica-, otros más álgidos amenazan con reventar el termómetro: los de la epidemia de campañas políticas.

Se acabó el miedo -aunque no el riesgo- a la infección y ahora sí, a sacar matracas y altavoces: todos andan en campaña; vecinos, compadres y chalanes del candidato. Todos. Hasta el chucho de la esquina parece traer una colorida pinta tricolor en el lomo, hasta que uno se acerca y respira aliviado: es vil sarna. Menos mal.

Pero el principal objeto de interés de candidatos y correligionarios no es derrotar a los contrincantes. Qué va: ahora se trata, además, de derrotar al abstencionismo y a su hijo ilustrado, recién llegado a la arena política, el voto nulo. Ahí donde la gente dejaba de ir a votar para quedarse en casa, bien guarnecida la despensa con chupe y botanas, bajo el pretexto: "de todos siempre gana el PRI", ahora se propone dejar la pasividad y la desidia a un lado, levantarse tempranito y bien peinado dirigirse a la casilla correspondiente, con su credencial de elector en la mano, tomar sus boletas y marcarlas con gigantesca X, para anular el voto, bajo la consigna: "todos son una bola de rateros".

Con los celulares desechables y el estrellato efímero (y minúsculo) en internet, ha llegado a nuestro país otro concepto altamente democratizador y motherno: el voto nulo. Éste, se supone, es el sumum de la expresión ciudadana ahí donde ésta no se toma en cuenta ni para las encuestas de las cervecerías; el non plus ultra de la resistencia civil en donde no se opone uno ni a que lo machuquen los camioneros y luego suban las tarifas porque les sale muy caro enderezar las defensas abolladas de sus bólidos mortales. El ora sí van a ver de una ciudadanía donde los grandes electores son la curia romana y las mafias corporativas -sindicales o empresariales, al gusto-. El hasta aquí de gente que tiene diciéndolo cada que le abren la billetera para sacarle unos pesitos de más...

El voto nulo. Puede uno odiarlo o amarlo, pero es como una variante A H1N1 del abstencionismo: ya mutó, ya está aquí. Se ve y se siente... y le cala hasta al presidente.

Eso es lo más inexplicable del asunto: la virulencia con que los poderes establecidos se le han ido a la yugular. Jefes de la Iglesia, jefes de partidos, autoridades electorales: todos y cada uno de quienes sacan directamente tajada del pastel electoral están en contra de tan infructuoso boicoteo. Y eso es, también, lo que lo hace tan atractivo. Por simple inferencia lógica: si toda la panda de rufianes está tan en contra, algo ha de tener de bueno.

Pero es verdad: el esfuerzo es estéril. Inútil. No sirve de nada, eso es lo malo. Por otra parte, no le sirve a nadie. Eso, a estas alturas del partido, es lo bueno. Que sirva como válvula de desahogo, sin que otro se aproveche de ello.

Sin embargo, en esto último aún no hay acuerdo. Hay quienes dicen que sí, que el ganador de una elección surge del total de votos emitidos, por eso no ir a votar no sirve de nada, porque ni siquiera se toma en cuenta; pero acudir a las urnas y luego anular el voto sí sirve, porque en un mundo ideal si fueran mayoría los votos nulos, se mandaría un mensaje claro de repudio a los cisticercos enquistados que llamamos "clase política"... y de todos modos saldría un ganador de los tres partidos nefastos que tenemos en el poder. O dos de ellos: al tercero ya se encargó su dirigencia legítima de mandarlo al escusado.

En fin... que si el voto nulo en realidad ayuda al partido en el poder (que ganaría por inercia), o a los partidos corporativos (que ganarían por sus votantes convencidos, o convenencieros, que es casi lo mismo), o a los partiditos minúsculos (que con menos votos conservarían su registro), los argumentos para desmotivarlo abundan. Pero el que me parece falsamente maquiavélico (es decir, estúpido) es el que afirma que es una pésima forma de protestar, que incluso llega a negar la condición ciudadana de quienes piensan anular su voto y además hacen proselitismo de ello, y para contrarrestar proponen que se vote por el que uno considere ser el menos malo. El "menos pior", pues.

Ah, qué mis amigos. Es como los miles de millones de pesos circulando en muy pocas manos alrededor de un deporte tan mediocre como el futbol mexicano. Cuando uno se da cuenta que éste no cumple ni con las mínimas expectativas de entretenimiento, y simple sencillamente se dispone uno a cambiar de canal, o a apagar de una vez el maldito televisor, justo aparecen los dueños de las televisoras para recriminarnos nuestro desamor. Que escojamos al menos malo, vale, pero que no seamos viles y nos alejemos de la "elección de todos". De todos los que se benefician de ella.


paco.navarrete@mural.com