domingo, 26 de abril de 2009

Anular el poder de decidir

26 Abr. 09

Jorge Narro Monroy


¿Qué hacer frente a unas elecciones -las del domingo 5 de julio- en las que ninguno de los partidos políticos despierta simpatías y, peor aún, credibilidad?

Tenemos dos opciones: no acudir a la casilla o hacerlo y anular los votos.

Salvo por el hecho de que ninguna de las dos tiene consecuencias jurídicas (esto es: no provocan la declaración de invalidez de la elección) y de que ambas son conductas respecto de los comicios (una de acción y la otra de omisión), abstenerse y anular el voto son acciones radicalmente distintas.

Si uno elige la abstención, es porque privilegia el voto como derecho: "Es mío, lo tengo, pero no lo uso", "Puedo, pero no quiero". Desde la perspectiva de la libertad, quien obra así enfatiza lo que los teóricos llaman la libertad negativa; esto es, la libertad "de" o "respecto de". En este caso: la libertad frente a las elecciones. El acento, al final, está colocado en el individuo.

Si, en cambio, uno decide acudir a la casilla, recoger las boletas y anular los votos, es porque -me atrevo a decir que más consciente que inconscientemente- privilegia el voto como obligación: "Debo -y quiero, por supuesto- participar en las elecciones". (Uno podrá decir que en México votar no es una obligación, porque no hay sanción -como en otros países- para el que no lo hace. Pero con independencia del dato jurídico, uno lo percibe como "obligación ciudadana", como obligación "de un buen ciudadano".) Pues bien, desde la perspectiva de la libertad, quien vota, pero vota anulando, subraya la libertad positiva; esto es, la libertad "para". En este caso: la libertad para realizar una acción afirmativa. Y coloca el acento en la colectividad, en la comunidad política.

(Para complejizar un poco más las cosas, digamos que desde cierta perspectiva se puede decir que la abstención es participación pasiva, mientras que la anulación es participación activa.)

Yo -si me preguntan, y si no también lo digo- no soy liberal y no me sumaré a la abstención. Soy -si me preguntan- una versión de comunitarista, al que le pesan más el deber ciudadano, la libertad positiva, la participación activa y la comunidad política. Yo iré a la casilla, pero a anular mis votos (sobra decir que eso no me hace moralmente superior a los que se abstengan o a los que voten).

Ya he dicho que ni la abstención ni la anulación tienen consecuencias jurídicas. Pero no he dicho que sí las tienen de carácter político. Ambas tienen significado político. El de la abstención es absolutamente ambiguo: puede ofrecerse como interpretación que eran elecciones intermedias -en las que siempre se eleva la abstención-, que hacía calor, que estaba lloviendo, que la gente es poco responsable o no le interesa la política, etcétera, etc, etc.

El significado del voto nulo es mucho menos ambiguo. Pero con una condición: sí, y sólo sí, supera significativamente el porcentaje usual: alrededor de 2 por ciento de los sufragios emitidos.

Pregunto: un alza relevante, notable, del porcentaje "acostumbrado" de votos anulados (para llegar a ¿10 por ciento? ¿a 15? ¿más?), ¿no es suficientemente claro que no tiene como causa la iletralidad, el analfabetismo, la distracción -el error imputable al ciudadano- sino otra cosa? ¿Otra cosa, como el repudio a los partidos, al sistema político...? (A cuál de ellos no es claro, pero recordemos que el voto nulo "abundante", aunque sea menos ambiguo que la abstención, no deja de ser ambiguo).

Yo participaré en los comicios, pero para expresar mi repudio a todos y cada uno de los partidos, que son, para efectos prácticos, iguales entre sí. Y para expresar mi repudio al IFE y al Instituto Electoral local: (mal)hechuras de esos mismos partidos para defender sus intereses y los de sus burocracias y sus jefes, no para representar los nuestros.

Por supuesto todas estas reflexiones se refieren a la participación en la arena electoral, que no es la única ni la más importante forma de participación. El voto -anulado, ignorado o emitido por uno o varios partidos- no es la única manera de exigir derechos y cumplir responsabilidades. Es la manera "electoral" (elegir representantes) de hacerlo, es la manera "en la arena" o en "la querencia" de los partidos. Pero no es la única...


Jorge Narro es politólogo y profesor del ITESO. jorgen@iteso.mx