domingo, 26 de abril de 2009

Tiempos de promesas

Parlamento de Colonias

Jaliscienses emiten su voto durante la 
elección de 2006

ARTURO CAMPOS CEDILLO
Tiempos de promesas

Ahora es cuando los políticos se nos acercan, nos adulan, nos chulean, nos ofrecen, nos prometen. Ahora es cuando nos nace la esperanza: “no es tan malo, parece buena gente, dice puras cosas buenas, se nota que sabe”, etcétera.
No caigamos en esa trampa trienal, no nos dejemos seducir de suaves palabras, de lindas caras, de invitaciones a reuniones “padres”; eso pasa cada tres años y luego... nada.
No queremos más promesas, no queremos hacernos más ilusiones, estamos hasta la madre de sus obras del tercer año, cuando nada hicieron durante los primeros dos años de cada trienio.
Es tiempo de fijar objetivos y parámetros medibles para cada uno de los inútiles que se postulan, esperando que ya se nos haya olvidado quién fue Gustavo González hace tres años, cuando autorizó mil 800 licencias irregulares como síndico de Guadalajara, ahora diputado estatal y próximamente diputado federal por la vía plurinominal (ni siquiera tendrá que prometernos nada, se cuela solito a San Lázaro (¡sin que nosotros podamos impedirlo!). O quién es Iván Argüelles, actualmente diputado local del Distrito X, quien nunca se molestó en defender a los vecinos de Jardines del Sol, su distrito; al contrario, desde el inicio, pese a su evidente ignorancia, de manera descarada buscó convencer a los habitantes de la total legalidad de las licencias de construcción para el proyecto de La Ciudadela, cuando la situación ilegal de las mismas era más que obvia.
O quién es Jorge Salinas, actualmente diputado local y coordinador de la bancada del PAN en el Congreso del Estado, quien a sus tiernos 37 años pretende la alcaldía de Guadalajara, siendo una extensión sin voluntad propia del hombre más poderoso de Jalisco.
Es hora de fijar objetivos y parámetros medibles; es decir, no dejemos que nos ofrezcan, no. Nosotros, los patrones, diremos y exigiremos. Somos modestos los ciudadanos, sólo queremos lo más básico para nuestra vida, que nos garanticen una calidad de vida digna. Una calidad de vida digna quiere decir una vida en una sociedad sana, segura, justa y equitativa.
Y ¿por qué estamos buscando eso? Simple: porque no lo tenemos. Nuestra población no se encuentra sana. Estamos enfermos. La población está enferma. Sólo nuestra autoridad estatal insiste en confirmar que estamos sanos, o sea, enfermos, pero dentro de la norma.
¡Oigan, Jalisco está enfermo, muy enfermo! Tenemos el primer lugar de cáncer de mama en la República. Tenemos la peor calidad del aire de todo México, la mayoría de nuestra población padece problemas de las vías respiratorias o gastrointestinales. ¿Una sociedad sana? No.
¿Segura? Ni vale la pena perder muchas palabras sobre la inseguridad en la que vivimos actualmente. Esta es una situación general en todo el país. ¿Una sociedad segura? No.
¿Qué pasa con eso de una sociedad justa? Desde hace más de un año, el Parlamento de Colonias ha estado reclamando la inexistencia de un estado de derecho en Jalisco. Nuestras autoridades judiciales se han convertido en cómplices de los depredadores inmobiliarios y de los inescrupulosos inversionistas. Cuántos casos hemos vivido durantes los últimos años, donde la ley estuvo del lado de los vecinos, pero la justicia se sirvió para los “influyentes”. La administración de justicia en Jalisco se ha reducido a un simple acto de compra-venta. ¿Sociedad justa? No.
La palabra equidad existe en nuestras leyes, no cabe duda. Equidad de género, equidad de condiciones, equidad de razas, etcétera. En realidad tenemos una población extremadamente inequitativa, que se desarrolla de manera paulatina hacia una sociedad polarizada. México es un país muy rico, pero la mayoría de la población está en condiciones de extrema pobreza. Los “de arriba” ni saben cómo viven los “de abajo”. Las riquezas de nuestro país están mal distribuidas, en manos de unos pocos. De la misma manera se dan las oportunidades; son para los “de arriba”. Una sociedad de clases, se habla de tres clases, la clase baja, media y alta; la “alta”, un clan de unas pocas familias; la “media”, una especie en extinción, ¿qué nos queda a todos? Un futuro en la “baja”. ¿Sociedad equitativa? Desde luego que no, no y otra vez no.
O sea, lo más básico, lo más elemental no lo tenemos. Estamos viviendo en una sociedad enferma, insegura, injusta e inequitativa, obra de nuestros representantes y gobernantes. Pero también obra de nosotros mismos, porque permitimos que cada tres años llegue la misma basura a reciclarse, regidores se van de diputados locales, diputados locales se postulan para diputados federales, diputados federales brincan al Senado. Los que se quedan sin hueso son acomodados como funcionarios en altos niveles en los gobiernos municipales, estatales y federal.
Pongámosles un alto. Exijámosles nuestros derechos más fundamentales, esa vida digna, en una sociedad sana, segura, justa y equitativa, y que nos digan cómo piensan lograrlo, y auditémoslos en cada paso para medir si van para adelante o para atrás, si trabajan para nosotros o para sus propios intereses. Pongámosles metas, y si no las alcanzan, no sirven, no los queremos. Y que de una vez nos digan si se comprometen a ser auditados por nosotros, porque si no, que ni vengan a adularnos, ofrecernos una cachucha, una camiseta, una despensa. Esta vez no los reciclaremos. Serán residuos no aprovechables.