domingo, 26 de abril de 2009

Vayamos por partes

Eduardo Rosales Castellanos


Vayamos por partes. Un grupo de personajes ligados a ciertos movimientos sociales o espacios académicos cercanos a la izquierda ideológica, decide que no hay una opción electoral que les resulte atractiva. Después, esos mismos personajes deciden que su sentimiento es la encarnación misma de la voluntad popular; ellos son, después de todo, "la sociedad civil". Finalmente, deciden organizarse y desde diversos espacios periodísticos convocan a anular el voto en la próxima elección. Y aunque el asunto ha permeado poco socialmente, eso no hace menos irresponsable el llamado.

Es irresponsable llamar a no votar, primero, porque muchos de ellos saben, que el que no exista una izquierda moderna no implica que todas las opciones sean lo mismo. Siempre habrá entre partidos políticos o candidatos alguno que cubra algún porcentaje, mayor o menor, de las expectativas personales. Para decirlo en términos que se entiendan desde el pesimismo ilustrado: siempre hay alguien menos alejado del ideal del político a que se aspire. Por definición, no se puede decir que todos los miles de políticos profesionales o semiprofesionales de Jalisco sean iguales.

En segundo lugar, es irresponsable hacerlo, cuando nuestra democracia sufre embates desde el crimen organizado. El Gobierno federal y muchos estatales y municipales de todos los colores están librando batallas frente a grupos organizados que cuentan con más recursos que los del Estado. Nuestro régimen democrático no estará a salvo mientras no se gane esta batalla y un elemento indispensable es contar con la legitimidad y el apoyo social que permitan enfrentar estos tiempos difíciles. Un llamado al abstencionismo nada más porque mi amigo el académico no quedó en tal cargo o a nuestro aliado lo removieron de tal institución es una irresponsabilidad histórica imperdonable.

Es irresponsable insinuar siquiera que el voto no sirve de nada. Sin ir muy lejos, se sabe que la transición democrática que vivimos en 1995 es la etapa de mayor generación de infraestructura en muchos Municipios, en la historia del Estado. Pero a nuestros amigos de la corrección política eso les parece poco. Si en Los Altos o en la Costa hablan de carreteras, inmediatamente se acordarán que una (sí, una) de las decenas de carreteras hechas el sexenio pasado, sufre derrumbes. Si se cuentan los empleos recuperados este año ya, es que son medidas electoreras. Si se habla del primer esfuerzo integral de reordenamiento del transporte público como el que se está haciendo, lo importante son las expendedoras de boletos que no funcionan a la perfección. El asunto es demostrar que todo está mal.

Y es irresponsable además, porque el llamado ignora la urgencia de votar en lugares específicos, por ejemplo en Pihuamo o La Huerta, donde coaliciones sociales y políticas de facto luchan contra viejos y nuevos cacicazgos. En esos sitios, la batalla se dará en las urnas y a través de partidos, pero la elección decide mucho más que al siguiente Alcalde. Para muchos de los ciudadanos que ahí habitan implica el modelo social que habrá de regirlos en los próximos años, el peso del crimen organizado en las cuestiones públicas y lo que se venda o deje de vender afuera de sus primarias y secundarias.

Es cierto que muchas encuestas hablan de una mala imagen de los políticos y sus partidos. La democracia misma en México y en muchos países está desacreditada. Pero esos mismos ciudadanos que se quejan de la democracia la usan. Más de la mitad de los ciudadanos, por ejemplo, suele ir a votar. El ciudadano común muestra mayor sabiduría que nuestros abstencionistas confesos. Ellos saben que el voto cuenta y termina determinando un rumbo a seguir, aunque no sea el ideal desde su punto de vista personal. Igual nos quejamos de nuestro sistema educativo y la opción para mejorarlo no es educándonos en casa.

Lo peor del caso es que, sea cual fuere el porcentaje de participación electoral, dirán que su campaña fue exitosa. Al ser una elección intermedia, es de esperarse que la participación de los votantes sea menor que en la pasada elección. Y se adjudicarán el porcentaje y dirán que lo lograron en sus salones de clase y en sus columnas periodísticas. Eso reforzará su convicción de que representan al pueblo mismo.

Por eso es irresponsable llamar a la abstención. Y más aún cuando, sospecho, todo procede de no encontrar una opción política que les represente fielmente. Sería quizá más fácil no ir a votar y punto. Pero eso no sería chic. Una campaña por la abstención les limpia la conciencia.


Eduardo Rosales Castellanos es presidente del Comité Directivo Estatal del PAN Jalisco